Fiesta de la Hispanidad (Guadalupe)La Hispanidad es una fiesta que se celebra el 12 de octubre en la localidad cacereña de Guadalupe, en España. Ésta conmemora la coronación de la Virgen de Guadalupe como reina de la Hispanidad. Su historia se remonta a 1928, cuando el rey Alfonso XIII coronó a la Virgen en presencia del cardenal Segura, como Hispaniarum Regina o Reina de las Españas, por ser el mayor símbolo de la evangelización de América, tal como ha reconocido la propia UNESCO, en 1993. Calificada de Interés Turístico Regional en 2006.
En ella se producen diversos actos, de entre los que destacan:
- Las Jornadas de Hispanidad, que todos los años están dedicadas a personas, pueblos o hechos que jalonan la historia, arte y cultura de España y América.
- La Eucaristía y procesión de los Caballeros de Santa María de Guadalupe, el 12 de octubre, en la que se conmemora la Coronación canónica de la Virgen de Guadalupe, como Reina de las Españas o de la Hispanidad.
- La Gala de la Hispanidad, en la que personajes relevantes se reúnen en la Puebla para debatir en torno a temas y figuras históricas relacionadas con el movimiento hispánico.
- Los Premios Guadalupe Hispanidad, creados en el 2003 por la Real Asociación de Caballeros con motivo de su septuagésimo quinto aniversario, con el objeto de difundir la dimensión hispánica de la Virgen de Guadalupe y de toda Extremadura y reconocer al mismo tiempo la aportación de personas o entidades que hayan destacado en los valores religiosos y culturales que emergen del nombre, historia, arte y expansión geográfica del topónimo Guadalupe.
- La marcha hípica, multitudinaria peregrinación desde varios puntos de Extremadura y España que concluye ante la fachada del monasterio con una ofrenda floral.
- Concierto de la Hispanidad, tradicionalmente interpretado por la Orquesta de Extremadura.
[editar]Reina de las Españas o de la Hispanidad
Desde la aparición de María y encuentro de su Imagen en las sierras de Altamira, cerca del río Guadalupe, los montes de Altamira y Villuercas, dejaron de ser morada privilegiada de fieros lobos, osos, ciervos y jabalís. Pronto las veredas y cañadas se transformaron en caminos hollados de peregrinos, que acudían en romería a este lugar escondido.
Las famas de sus prodigios atrajo a reyes y santos, cautivos y marinos, enfermos y desheredados. Su nombre corrió como el cauce del río Guadalupe hasta llegar al océano y allí saltó a través de las olas para sembrar con su vocablo toda la geografía hispanoamericana: templos, ermitas, valles, ríos, montañas, poblados y ciudades, que se esmaltó con su nombre.
De esta forma el nombre de Guadalupe, durante siete siglos ha brillado en la bóveda celeste del universo como el lucero más radiante de María en la tierra.
Con la llegada de la centuria decimonónica su templo y casa sufrieron tempestades y despojos con las leyes exclaustrantes y desamortizadoras, que agrietaron sus cimientos, aunque su luminaria nunca dejó de brillar y de nuevo sus hijos volvieron a levantar este solar de la piedad mariana. Un 12 de octubre de 1906, más de diez mil peregrinos, llegados de todas partes de Extremadura, proclamaron en este santuario la grandeza y protección de Santa María de Guadalupe. Su ardorosa fe y testimonio vivo de amor, fueron reconocidos a los pocos meses, el 20 de marzo de 1907, por el Papa San Pío X, con la declaración de Patrona Principal de toda la región de Extremadura, tal como la invocaba su pueblo desde su aparición.
Otro de los frutos de la Peregrinación de 1906, fue la fundación o llegada de la Orden Franciscana, el 7 de noviembre de 1908. Con la entrega del santuario y su parroquia a los hijos de San Francisco terminó el período más triste de su historia y supuso para este cenobio la restauración material y espiritual que necesitaba cada estancia de esta Santa Casa.
Aunque los extremeños, en un gesto más de gratitud y amor hacia Ella, trabajaron para ver coronada a su Virgen, cuya campaña se inició antes de la llegada de los franciscanos, principalmente por los promotores del patronato y por la Junta regional de Santa María de Guadalupe, como muy bien afirma fray Antonio Arévalo Sánchez, en su libro: Guadalupe, siglo XX [El Primer Siglo Franciscano], fue un genial empeño de don Pedro Segura y Sáenz, cardenal arzobispo de Toledo que, tras la toma de posesión de la Diócesis toledana, el 22 de enero de 1928, inició una ingente campaña general, bien por el conocimiento que tenía de la universal advocación de Guadalupe, por haber sido obispo de Coria (1920-1926) y por su gran fervor mariano, cuyo “anhelo pensaba dejar cumplido este mismo año, Dios mediante, en fecha buena de tiempo, a ser posible en el mes de octubre”.
La campaña impulsada por el cardenal Segura pronto rebasó los límites regionales y diocesanos, organizando actos religiosos y literarios en la capital de España, logrando de nuevo Guadalupe, su dimensión nacional y universal que siempre esmaltó su imagen.
El 12 de octubre de 1928, se escuchó mejor que nunca, la aclamación de la Sagrada Escritura: “Tu eres nuestra gloria, Tu eres nuestra alegría y el honor de nuestro pueblo”, por más de diez mil fieles de toda condición, que quisieron vivir este acontecimiento único en la historia de este Real Monasterio.
Justamente, al medio día, cuando los rayos del sol inciden con mayor nitidez, el rey Alfonso XIII y el cardenal Segura, legado de Su Santidad Pío XI, subieron al estrado colocado en el atrio basilical donde unos minutos antes, habían entronizado a Santa María de Guadalupe y ciñeron sus sienes con Corona Imperial de oro y platino, brillantes y esmeraldas, regalo del pueblo español, mientras la banda militar del Batallón de Cazadores de Lanzarote interpretaba la Marcha Real y los aeroplanos sobrevolaban la plaza y los chapiteles del monasterio, dejando bucles y perfumando los cielos con pétalos de flores.
Fue la expresión de todo un pueblo que reconoció con el hermoso título de HISPANIARUM REGINA, la influencia que Nuestra Señora de Guadalupe ha tenido y tiene en todos los países hispanoamericanos, unidos por vínculos de raza, de lengua, de religión, de costumbres y cultura. De esta forma la historia devolvía a esta imagen de María lo que anteriormente le había sido despojado.
Este título de Reina de las Españas o de la Hispanidad, concedido por su Majestad Alfonso XIII, grabado en el anverso de la lustrina de la imperial Corona:Sancta Maria de Guadalupe, gratia plena, Mater Dei, Hispaniarum Regina, ora pronobis peccatoribus, está fundamentado en los hechos que integran el concepto de Hispanidad: Descubrimiento, conquista, culturización y evangelización del Nuevo Mundo.
Dentro de este concepto tiene la Hispanidad una especial connotación en lo mariano: con aplicaciones concretas a advocaciones de Nuestra Señora, íntimamente relacionadas con los hechos más trascendentes de la presencia de España en América, desde su comienzo hasta nuestros días. Ningún título de María está tan íntimamente unido a los hechos que integran la Hispanidad, que el de Nuestra Señora de Guadalupe y por su indiscutible presencia hispánica, que se fundamenta en derechos históricos que sin desestimar en nada la protección de otras tierras son altamente significativas en España y en el Mundo Hispanoamericano.
Nos permitimos señalar los principales hechos que forjaron la Hispanidad mariana guadalupense:
- La condición de lugar colombino que actualmente tiene el Guadalupe de Extremadura, por las visitas que durante los años 1486-1496, realizó antes y después del descubrimiento, Cristóbal Colón a Nuestra Señora de Guadalupe.
- La firma en Guadalupe, por los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, a 20 de junio de 1492, de Dos Sobrecartas dirigidas a Juan de Peñalosa, contino de la Casa Real, natural de Villanueva de la Serena y capitán de gente de guerra. La primera para Moguer y otras poblaciones y la segunda para los habitantes de Palos, urgiendo en ambas el cumplimiento de las reales provisiones, de 30 de abril de 1492, es decir, el pronto descubrimiento de nuevas tierras.
- El voto hecho en alta mar, el 14 de febrero de 1493, al regreso del primer viaje, como se dice en el Diario de a bordo, de la primera navegación descubridora, en cuyo cumplimiento vino Colón a Guadalupe, como romero para dar gracias a Nuestra Señora.
- La imposición del nombre Guadalupe a la isla Turuqueira, en las Antillas Menores del Caribe, el 4 de noviembre de 1493, en el segundo viaje, como atestigua el mismo Colón, en una carta escrita en la Española, en enero de 1494, dirigida a los Reyes Católicos.
- El bautizo en el templo de Guadalupe de los indios Cristóbal y Pedro, criados de Cristóbal Colón, el 29 de julio de 1496, que señala este sitio, con documentación oficial, con el primer lugar de cristianización de indios, como ofrenda espiritual a Nuestra Señora de Guadalupe.
- Las íntimas relaciones que durante el tiempo de la incorporación de América a la Corona de España tuvieron en Guadalupe los más insignes conquistadores y muchos colonizadores, pobladores y otros personajes indianos.
- La importancia que Guadalupe tuvo en América como signo de evangelización por medio de misioneros, hermandades y prácticas devocionales.
- Los santuarios, ermitas y altares alzados en toda América a Nuestra Señora de Guadalupe de Extremadura, como medio de devoción y expresión de la fama que tenía en todas partes, que todavía pervive en el pueblo
- La abundante toponimia guadalupense en el Nuevo Mundo, prueba la devoción sentida hacia el santuario extremeño.
- Los testimonios de estrechas relaciones, devocionales e históricas, del Guadalupe extremeño con el Nuevo Mundo (favores, ofrendas, mandas y otras manifestaciones) recogidas en códices y legajos, en crónicas de Indias, en historias antiguas del monasterio y en otros documentos.
- El hecho guadalupano del Tepeyac, en México, relacionado, al menos en lo que se refiere al nombre Guadalupe, con el santuario extremeño.
En este aspecto, que tanto afecta a Extremadura y en concreto a Nuestra Señora de Guadalupe, nos complacemos en señalar los nombres más destacados de insignes extremeños que, bajo el signo de su fervor guadalupense, llevaron al Nuevo Mundo, la devoción sincera a Nuestra Señora de Guadalupe: Hernán Cortés, Francisco Pizarro, Núñez de Balboa, Pedro Alvarado, Hernando de Soto, Sebastián de Belálcazar y Pedro de Valdivia. Junto a estos hombres de acción, otros muchos extremeños, partieron al Nuevo Mundo para evangelizar las nuevas tierras descubiertas, como los Doce Apóstoles de México, que desde el convento de San Francisco de Belvís de Monroy marcharon a México. Especial mención merece fray Diego de Ocaña, monje de Guadalupe, que recorrió la América andina dejando varias pinturas, obras suyas de Nuestra Señora de Guadalupe, entre las que descuella el cuadro de la catedral de Sucre, enriquecido con infinidad de alhajas y perlas.
Son incontables los evangelizadores del Nuevo Mundo vinculados con Guadalupe, que recoge el manuscrito de las Capellanías, Lámparas y Bienhechores, códice 90 de nuestro archivo, junto a otros personajes importantes que peregrinaron hasta este Real Monasterio para enaltecer a Nuestra Señora de Guadalupe.
Con razón se puede afirmar que la incorporación que recibió América entre 1493 y 1550 fue, en gran parte, obra extremeña y más en concreto guadalupense, pues bajo el nombre de Guadalupe, surgían en las ciudades, templos y altares en honor de la Virgen extremeña.
Fue María, en su advocación universal de Guadalupe, la de Extremadura, la que alentó el descubrimiento, conquista y colonización del Nuevo Mundo, dejando por todo el nuevo continente, especialmente en la América andina, recuerdos en Santuarios, lugares, estatuas y cuadros de su Imagen prodigiosa de Extremadura.
Todas estas relaciones históricas han contribuido a la configuración del título de Reina de las Españas, otorgado a Nuestra Señora de Guadalupe, de Extremadura por el rey y por el cardenal arzobispo de Toledo, Primado de España, en el acto solemne de la Coronación Pontificia y Real de la Imagen, celebrada el 12 de octubre de 1928.
El título de Hispaniarum Regina esculpido en la corona, labrada por Félix Granda con autorización del rey y del primado, no expresa un plural mayestático, cuya traducción sería Reina de España, de por sí bastante importante y significativo, sino Reina de las Españas y de las otras naciones, especialmente del Nuevo Mundo, que habiendo pertenecido a la Corona española, siguen unidos por vínculos de sangre, de religión, costumbres y otros signo de identidad hispánicas.
Desde 1934, sustituido en España y otras naciones hispanoamericanas el título de La Raza, que desde 1910 se daba y todavía se sigue dando en algunos lugares-, al 12 de octubre, como día de la Hispanidad, en lo mariano también se cambió la antigua denominación de Reina de la Raza por la de Reina de la Hispanidad, mas conforme y expresiva con el espíritu que la informa.
En los siglos XX y XXI, a través de un largo camino de reivindicaciones, publicaciones frecuentes, jornadas, asambleas, congresos, certámenes y concursos y, sobre todo por los medios de comunicación: radio, prensa y televisión ha dejado bien patente, la afirmación de los derechos históricos que tiene la advocación extremeña de Santa María de Guadalupe, para ser llamada e invocada como Reina de la Hispanidad, que no es otra cosa que una legítima proclamación de su primacía entre las advocaciones marianas con el Nuevo Mundo.
Así lo ha sabido reconocer también, la Junta de Extremadura, con la concesión de Fiesta de Interés Turístico, para la Fiesta de la Hispanidad, que cada 12 de octubre convoca a miles de peregrinos y visitantes, otorgada por la Orden del 6 de marzo de 2007, por la Consejería de Economía y Trabajo, a petición de la Real Asociación de Caballeros de Santa María de Guadalupe, por suponer un acontecimiento de gran atractivo turístico, susceptible y merecedor de ser calificado como de Interés Turístico de Extremadura.
[editar]Bibliografia
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RAMIRO CHICO, Antonio, “Nuestra Señora Santa María de Guadalupe, Patrona de Extremadura y Reina de las Españas”, en Revista Ars et Sapientia, año VIII, abril 2007.
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GARCÍA, Sebastián O.F.M., Guadalupe de Extremadura en América. Arganda del Rey ,1991.
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VV. AA. Guadalupe de Extremadura: Dimensión hispánica y proyección en el Nuevo Mundo. Madrid, 1993.